Un suspiro leve rozó el borde del silencio,
y en el campo dormido despertó una flor;
abrió suavemente sus pétalos al viento,
buscando en recuerdo tu cálido sol.
Era un día cualquiera, pero algo cambió en el aire,
una sombra dorada perfumó la quietud;
flores amarillas murmuraron suaves,
ecos distantes que evocaban tu luz.
En ese instante rozó mi ventana un reflejo,
trayendo aromas que creía olvidar;
un pétalo dorado tocó mi recuerdo,
girando despacio, sabiendo marchar.
Y aunque ya no estés aquí, entre flores dormidas,
fuiste luz que mis días logró iluminar;
mi corazón silencioso guarda flores marchitas,
amor que en febrero vuelve a suspirar.